Capítulo 9: La Liberación De La Economía

Gary North

Narrated By: Fernando Sanchez
Book: La Liberación Del Planeta Tierra
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Chapter Text

La economía política no es una institución basada en un pacto. No requiere que se haga un juramento de maldición propia, ni tampoco esos juramentos son admisibles en los tratos de negocios.1 La economía política es principalmente una extensión de la familia, aunque por supuesto, personas solteras pueden participar. La forma moderna de posesión, la corporación, es una extensión del negocio de la iglesia: los dueños de la corporación, como los miembros de una iglesia, no son personalmente responsables por las deudas de la organización.

1. Gary North, The Sinai Strategy: Economics and the Ten Commandments (Tyler, Texas: Institute for Christian Economics, 1986), ch.3.

¿Por qué incluir un capítulo sobre la economía en un libro de teología de la liberación? Porque los teólogos de la liberación marxistas han hecho de la economía política el aspecto más importante de su teología. Siguen a Marx, quien hizo al modelo económico de producción la base fundamental de toda sociedad y de todo análisis social. Los teólogos de la liberación marxista odian el mercado libre. Ellos odian el gobierno propio de sí mismo también. Promueven el sistema satánico de la administración burocrática ordenada de arriba hacia abajo por una élite de planificadores centrales. Así que sus perspectivas de la economía son tan satánicos y tan peligrosas como sus perspectivas del individuo, de la familia, de la iglesia, y del estado.

La Prohibición en Contra del Robo

Hace mucho tiempo que los comentaristas cristianos han reconocido que la aceptación bíblica de la propiedad privada se basa más en el pasaje citado al principio de este capítulo —el octavo mandamiento —que en cualquier otro pasaje de la Biblia. La ley bíblica prohíbe a los individuos apropiarse forzosa mente de los frutos del trabajo de otro hombre, o de su herencia. La Biblia requiere que el gobierno civil defienda un orden social que tiene como base los derechos de propiedad privada. Las leyes que requieren la restitución que se encuentran en Éxodo 22 limitan explícitamente al estado en su imposición de sanciones contra los ladrones, pero no cabe duda de que es el gobierno civil quien debe imponerlas.

Los derechos de propiedad implican que Dios transfiere a distintos hombres y organizaciones la habilidad exclusiva para usar propiedades específicas con ciertas clases de fines, y el estado debe excluir a los otros del uso no autorizado de tal propiedad. Los derechos de propiedad, por lo tanto, se refieren a las inmunidades legales de la interferencia de otros en la administración de la propiedad. Los deberes asociados con el dominio se ven y se logran más eficazmente por individuos y sociedades por medio de su adhesión al sistema privado de propiedad privada, que es una razón por la cual la Biblia protege la propiedad privada. La propiedad privada es básica para el dominio eficaz.

El único argumento bíblico concebible en contra de esta interpretación del mandamiento en contra del robo, sería una afirmación de que la única forma válida de posesión es la posesión por el estado, que significa control por burocracias establecidas por el derecho civil. Pero para discutir este ideario se demanda evidencia de que la Biblia, tanto el

Antiguo Testamento como el Nuevo, autorizaron la propiedad pública (estado) de todos los bienes. No hay ninguna evidencia para tal punto de vista, y no hay abundante evidencia en contra de ello. El décimo mandamiento prohíbe codiciar la propiedad del prójimo, el cual está suficientemente claro. El orden social bíblico es un orden que reconoce y defiende los derechos de la propiedad privada. Esta prohibición ata a los individuos y las instituciones, de ellos el estado.

Dios Posee al Mundo

La base de los derechos de propiedad es la posesión final de todas las cosas por Dios, el

Creador. Dios posee al mundo entero.

Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti (Ps. 50:10-12).

La soberanía de Dios es absoluta. El concepto bíblico de la propiedad se basa en esta definición de la autoridad de Dios sobre la creación. La Biblia nos provee datos con respecto a la delegación de Dios de la responsabilidad a los hombres como individuos y como miembros de asociaciones colectivas, pero toda soberanía humana, como son los derechos de propiedad, se tienen que entender como limitada, delegada y basada en un pacto por naturaleza.

La parábola de Jesús sobre los talentos nos presenta la soberanía de Dios en términos de la analogía de un préstamo de parte de un señor a sus siervos. Los siervos tienen la obligación de aumentar el valor del capital con que se les confía. Son directamente responsables a su señor, que es el dueño verdadero del capital. La propiedad es por lo tanto una mayordomía. Los derechos de propiedad de los hombres son delegados derechos, son basados en el pacto. El “préstamo” de Dios tiene que pagarse con incrementos de capital, o por lo menos, con interés (Mat. 25:27).

Cada persona es completamente responsable delante de Dios por la administración provechosa y legal del capital de Dios, lo que incluye tanto el capital espiritual como el capital económico (Lk. 12:48). Esta es una de las “parábolas de bolsillo” de Cristo, y aunque él las diseñó para ilustrar la soberanía absoluta de Dios sobre los asuntos de los hombres, no obstante transmite un significado secundario, es decir, los derechos legítimos de la propiedad privada.

Dios les distribuyó a Adán y Eva los recursos del mundo. Fueron responsables por el pacto de cuidar y extender esta base de capital cuando Dios estableció su pacto de dominio con ellos. Este mismo pacto se estableció de nuevo con Noé y su familia (Gen. 9:1-7). En la condición original sin pecado de Adán y Eva, esta distribución inicial de los recursos de la tierra Dios podía hacer según una armonía original de los intereses del hombre.

Esta armonía incluía la jerarquía, porque Eva estuvo funcionalmente subordinada a Adán (aun que no éticamente inferior). La armonía diseñada por Dios de intereses nunca fue una relación igualitaria. Tampoco es igualitaria en el mundo después de la caída. La iglesia, como el cuerpo de Cristo, se describe de igual manera en términos de una unidad orgánica que debiera ser armoniosa, con cada “miembro” siendo esencial para el funcionamiento correcto del todo, pero con cada miembro realizando tareas distintas (1. Cor. 12). Todos están bajo Cristo, la cabeza de la iglesia (Eph. 5:23).

El universo de Dios está ordenado. Hay una regularidad en los asuntos económicos ordenada por Dios. Hay una relación previsible y legal entre la diligencia personal y la riqueza, entre la pereza y la pobreza.

Perezoso ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuán do te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo —Así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado. (Prov. 6:9-11)

Las riquezas de vanidad disminuirán; Pero el que recoge con mano laboriosa las aumenta. (Prov. 13:11)

Esto se aplica a individuos, a familias, a corporaciones, y a naciones. No todo hombre y organización que sirve a Dios prosperará económicamente, en el tiempo y en la tierra, y cada hombre malvado no perderá su riqueza durante su vida (Lk. 16:19-31), pero a la final, habrá una correlación significativa entre fidelidad al pacto y la prosperidad externa. A largo plazo, la riqueza del pecador se acumula para el justo (Prov. 13:22). Este mismo principio se aplica a grupos raciales, cultura les y nacionales (Deut. 8). La pobreza a largo plazo de una sociedad es una señal del juicio de Dios.

La ley basada en el pacto gobierna la esfera de la economía política. La riqueza fluye a los que trabajan duro, a los que negocian honestamente con sus clientes, y a los que honran a Dios. El que sostiene, como los marxistas y socialistas, de que la riqueza fluye en un orden social de un mercado libre hacia los despiadados, los deshonestos, y los cegados por la avaricia, niega las enseñanzas explícitas de la Biblia con respecto a la naturaleza de la vida económica. Es una negación de la legalidad del pacto de la creación.

La Teología del Socialismo

Los críticos del sistema de mercado libre han arruinado terriblemente a las sociedades que han aceptado como válidas tales críticas. Los hombres han sacado la conclusión que el sistema de propiedad privada está tramado en contra del pobre y del débil, forzándolos en posiciones de servidumbre permanente. Históricamente, se ha demostrado lo contrario, ningún orden social ha facilitado más oportunidades para movilidad social vertical que el mercado libre.

El avance notable de muchos grupos de inmigrantes, pero especialmente de judíos de la Europa oriental, en los Estados Unidos de 1880 hasta 1950, es históricamente sin precedente. 2 Hoy, la política del estado asistencial socialista está produciendo una minoría cuantiosa de ciudadanos dependientes para toda la vida. El sistema moderno de asistencia social es fundamentalmente defectuoso, no simplemente porque usa la coerción para tomar los ingresos del empleado, sino porque destruye la voluntad de los recipientes para escapar de ese sistema de asistencia social.

2. Thomas Sowell, Race and Economics (New York: David McKay Co., 1975), Pt. II.

La política de asistencia social lleva también al conflicto de clases. Las palabras de George Gilder en su libro Riqueza y Pobreza son elocuentes en este respecto:

Un programa para aumentar los ingresos de grupos menos diligentes por transferencias y preferencias es políticamente divisionista —y muy improbable —porque incurre en la resistencia amarga de la verdadera clase trabajadora. Además, tal esfuerzo rompe el vínculo sicológico entre el esfuerzo y la recompensa, que es crucial en la movilidad vertical a largo plazo. Debido a que el trabajo eficaz no consiste meramente en cumplir los requisitos de contratos de trabajo, sino en “un trabajo asiduo” con atención y con compromiso emocional, los trabajadores tienen que entender y sentir profundamente que lo que se les da depende de lo que rinden —que tienen que suplir el trabajo para demandar bienes. Los padres y las escuelas deben inculcar esta idea en sus niños por instrucción y por ejemplo. Nada es más fatal a la excelencia que la creencia de que no se recompensará el esfuerzo, que el mundo es un lugar discriminatorio y desolado en que sólo los rapaces y los especialmente preferidos pueden adelantarse. Tal concepto en el hogar desalienta el esfuerzo de trabajo en la escuela

que forma la capacidad de ganar después. Como con tantos aspectos del desempeño humano, el esfuerzo de trabajo comienza en las experiencias familiares, y sus fuentes se pueden explorar mejor al examinar la estructura de la familia. Verdaderamente, después del trabajo, el segundo principio de movilidad vertical es la conservación del matrimonio y familia monógamo.3

3. George Gilder, Wealth and Poverty (New York: Basic Books, 1981), pp. 68-69.

La perspectiva bíblica del casamiento, así como la perspectiva bíblica de las bases de la expansión entre el trabajo y la recompensa y la importancia económica, se apuntan a ambas ideas: la relación central del lazo familiar. Se les dice a los hombres que deben tener fe en la relación entre recompensa y trabajo, lo que les alienta a tomar riesgos e invertir tiempo y esfuerzo para mejorar sus propios hábitos personales de trabajo.

La Biblia nos relata que tales esfuerzos serán recompensados, sea en la tierra o en el cielo (la Corintios 3). Los hábitos de disciplina, ahorro, horas largas de esfuerzo, la inversión en habilidades de trabajo, y la instrucción de los niños en este concepto de vida no será desaprovechado, ni será “capital perdido.” Al contrario, la Biblia enseña que tal enfoque de la vida es la esencia misma del pacto de dominio. Por lo tanto, cuando se encuentran ideas contrarias a las ideas bíblicas de acumulación y dominio, los cristianos las deben reconocer por lo que son.

Cuando se enseña a los hombres que el sistema capitalista (el mercado libre, o sea el intercambio voluntario) está tramado en contra de ellos, que tienen un derecho moral y legal a pagos de asistencia social, y que los que viven bien como resultado de su propio trabajo, esfuerzo, y habilidades visionarias son inmorales y deben la mayoría de su riqueza a los pobres, tenemos que reconocer la fuente de estas enseñanzas: los fosos del infierno. Esta es la contra-filosofía de Satanás, que explícitamente tiene la intención de impedir a los hombres santos en sus esfuerzos para dominar la tierra para la gloria de Dios.

Esta idea radicalmente antibíblica no es simplemente una cuestión de error intelectual; es una manera de pensar conciente de destrucción, una estructura sistemáticamente antibíblica que se ajusta para destruir a los cristianos exitosos por medio de una culpa falsa y de parálisis. Que tales enseñanzas sean populares entre los intelectuales cristianos en los postreros años del siglo veinte sólo testifica de su ignorancia verdaderamente profunda —a la verdad, su ceguera judicial (Mat. 3:14-15) —con respecto a la ética bíblica y la teoría económica bíblicas. Los cristianos han adoptado la política de envidia de los humanistas seculares, especialmente en las aulas de las universidades y de los seminarios. Vivimos en una edad de manipuladores de culpa, y parte de ellos usan las Escrituras para sus propios fines malignos.

La Propiedad y la Democracia

El mandamiento contra el robo no es: “Usted no hurtará, a menos que sea por el voto de la mayoría.” Necesitamos tener derechos de propiedad privada que sean respetados no sólo por los criminales, sino también por los ciudadanos que encuentran que pueden extraer la riqueza de otros por medio del poder del estado. Además, los derechos de propiedad privada tienen que ser respetados por los comercios que buscan sacar ganancias, que de otra manera solicitarían ayuda económica al estado: tarifas, cuotas de importaciones, préstamos del gobierno a tasa de interés reducido, etc. El violar este principio es pedir por el así-llamado “estado corporativo,” otra forma del estado asistencial —el facismo, el capitalismo de monopolio, o lo que sea. Cada vez que se ha construido un sistema como tal, se ha llegado a reducir la productividad y a aumentar la burocracia. Los políticos simplemente no son suficientemente competentes para planear una economía completa. El promover un sistema de planificación del estado y protección de la industria es un uso ilegítimo de la urna electoral, es decir la política de presión democrática.

Consideremos un ejemplo que se ha debatido desde la revolución puritana del 1640 hasta hoy: el requisito de propiedad para votar. En los años 1640, Oliver Cromwell, el líder militar puritano de Inglaterra dirigió sus fuerzas a la victoria sobre el Rey, Carlos I. En los debates Putney del Nuevo Ejército Ejemplar de Cromwell en 1647, Ireton, el yerno de Cromwell, debatió contra Rainsborough, el representante de la facción democrática, los

Levellers. (Los Levellers no eran comunistas, pero estaban comprometidos a un derecho político mucho más amplio. Los comunistas en la Revolución inglesa fueron los Diggers, que se llamaron a sí mismos los “Verdaderos Levellers.”)

Rainsborough discutió que como todos los hombres estaban bajo las leyes de una nación, merecían una voz en los asuntos del gobierno civil. Ireton contraatacó con una defensa enérgica de los derechos de propiedad. Un hombre tiene que estar comprometido en la sociedad, que significa tener propiedad para defender, si se le va a confiar el derecho de votar. Los hombres sin intereses permanentes en la sociedad —la propiedad, en otras palabras —son demasiado peligrosos cuando se les entrega el poder del gobierno civil. El requisito de propiedad es crucial para preservar la sociedad en un orden democrático. “Y si quitáramos esto, le tendríamos que quitar toda la propiedad y el interés que cualquier hombre tiene bien sea en la tierra heredada, o en la propiedad, o en cualquier otra cosa . . ,”4

4. A. S. P. Woodhouse, Puritanism and Liberty (London: Dent, 1938), p. 53.

Dos siglos después, Karl Marx llegó a la conclusión más o menos lo mismo, salvo que él favoreció la abolición del requisito de propiedad para votar, precisamente porque destruiría la propiedad privada: “. . .el estado como estado abóle la propiedad privada (en otras palabras, el hombre decreta por medios políticos la abolición de la propiedad privada) cuando abóle el requisito de propiedad para los electores y representantes . . . ¿No se abóle idealmente la propiedad privada cuando el que no es dueño de propiedad llega a legislar por el dueño de la propiedad? El requisito de propiedad es la última forma política en que se reconoce la propiedad.”5

5. Karl Marx, “On the Jewish Question” (1843), in T.B. Bottomore (ed.), Karl Marx: Early Writings (New York: McGraw-Hill, 1964), pp. 11-12.

La democracia estaría sana si los hombres entendiesen que es inmoral votar la riqueza de otra gente en sus propios bolsillos, y si ellos obedeciesen el mandamiento de no hurtar. Llegará el día cuando la ley de Dios que está en los corazones de los cristianos estará en los corazones de todos los hombres (Heb. 8:8-11), y no abusarán de sus derechos democráticos. Hasta entonces, el pecado seguirá dirigiendo a los hombres a votar por el socialismo, por el fascismo, y por el comunismo.

El Estado como Protector

Toda propiedad es de Dios. El ha establecido reglas para el cambio, la transmisión, y el aprovechamiento de esta propiedad. El robo es prohibido explícitamente. La ley de Dios nos ofrece la jurisprudencia que nos capacitan para definir bíblicamente el robo. Por ejemplo, no es robo si un viajero coge una manzana de un árbol y se la come mientras que anda por el camino (Deut. 23:24-25). Aún más, sí es robo si el dueño de la propiedad agrícola no deja el fruto caído en el suelo para los espigadores (Deut. 24:19). La Biblia es nuestra regla práctica de lo que constituye el robo, y no el economista inglés Adam Smith ni Karl Marx.

Dios requiere que el gobierno civil sirva como protector de la propiedad. Tiene que honrar las leyes de propiedad que están establecidas en la Biblia. No se debe enjuiciar a un hombre que toma unas pocas mazorcas del campo de su prójimo. Cristo y los discípulos no fueron culpables de robo cuando así lo hicieron (Mat. 12:1). El gobierno civil puede obligar legítimamente al dueño de una finca a que él respete las leyes de espigar. Pero el gobierno civil no puede decir legítimamente cuáles personas tienen que ser permitidas en el campo para espigar. El dueño de la propiedad tiene ese cargo, así como Booz (Rut. 2:3-12).

Este perspectiva del robo y la protección no está en conformidad ni con el socialismo moderno ni con el libertarianismo moderno. En el primer sistema (el socialismo), el estado colecciona los diezmos para sí mismo, y muchas veces el diezmo de Dios, para usarse para propósitos que los cuerpos políticos y burocráticos especifican. En el segundo sistema

(el libertarianismo, anarquismo), toda coerción en contra de la propiedad privada se define como robo, incluso los impuestos mismos (en algunos sistemas libértarianos). No obstante, las reglas prácticas de la Biblia son los válidos, y la Biblia es clara: no hay soberanía absoluta en ninguna persona ni institución. Indudablemente, existen límites en el uso de

la propiedad privada. Pero estos límites son mínimos. Teniendo en cuenta los principios bíblicos del robo, el gobierno civil se convierte en un soberano legítimo en el área de la prevención y castigo del robo —no es la única institución, sino una de ellas, y la que tiene la autoridad legal de imponer sanciones económicas en contra de los ladrones.

El economista R. H. Coase lo ha expresado enfáticamente: “Un sistema de mercado libre no puede funcionar apropiadamente a menos que los derechos de propiedad estén basados en recursos, y cuando esto se logra alguien que desea usar un recurso tiene que pagarle al dueño para obtenerlo.6

6. R. H. Coase, “The Federal Communications Commission,” Journal of Law and Economics, II (1959), p. 14.

La conservación de la propiedad privada por el gobierno civil en contra del robo es, en sí misma, la base del capitalismo bíblico. Al definir los límites de propiedad, y al proteger la propiedad del ataque coercivo de hombres violentos y de prácticas fraudulentas, un gobierno civil que honra a Dios establece la base de la expansión económica y la prosperidad.

Las palabras “mío” y “suyo” son dos de las palabras más importantes en cualquier sociedad. La predicación bíblica ha habilitado a los hombres a través de los siglos a apreciar la importancia de estas dos palabras. Cuando las diferencias entre las dos son honradas en ley, palabra, y hecho, la sociedad se beneficia. Los hombres pueden cooperar mejor el uno con el otro en transacciones pacíficas precisa mente por medio de la capacidad de predecir que ofrece un orden social que reconoce “lo mío” y “lo suyo”. Esto facilita la división del trabajo.

Necesitamos que la gente coopere en vez de que declare la guerra entre sí. Esto requiere que permitamos que otros hombres hagan lo que quieren con lo que posean, mientras no viole los derechos civiles de Dios. No debemos olvidar las palabras del dueño de la viña en la parábola de la viña:

¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia, porque yo soy bueno? (Mat. 20:15)

El economista Harold Demsetz ha visto la importancia de los derechos de la propiedad desde la perspectiva de cooperación social.

Los derechos de propiedad son un instrumento de la sociedad y derivan su significado del hecho de que ayudan a un hombre a formar esas esperanzas que él razonablemente puede tener cuando hace convenios con los demás. Estas esperanzas encuentran expresión en las leyes, en las costumbres, y en las normas de una sociedad. Un dueño de derechos de propiedad posee el consentimiento de su próji-mo para permitirle actuar en formas particulares.7

7. Demsetz, “Toward a Theory of Property Rights” (1967), in E. G. Furubotn and S. Pejovich (eds.), The Economics of Property Rights (Cambridge, Massachusetts: Ballinger, 1974), p. 31.

Los hombres pueden hacer contratos los unos con los otros, y gozar de los frutos de sus decisiones con respecto a la mayordomía de los recursos de Dios. Para volver ahora a un tema familiar, los derechos de propiedad reducen las áreas de la incertidumbre en la vida.

El Estado como Salvador

El estado es una institución mesiánica en el mundo moderno, y es un destructor del capital. El estado Moloc consume el futuro económico de sus adoradores, y el futuro económico de los herederos de sus adoradores. El estado Moloc, como la fábrica contaminante, es un agente coercívo que destruye el capital de la economía política. Pero la fábrica contaminante puede proveer empleo productivo para los residentes locales, y prestar a los consumidores con bienes a bajo precio (más baratos que si la fábrica tuviera que pagar por el equipo del control de contaminación.) El estado, por el contrario, sólo emplea a burócratas, y usa sus fondos generalmente para subvencionar a los miembros imprudentes de la sociedad (algunos de los cuales pueden ser bastante ricos), atrapándolos en una telaraña de beneficios que han sido prometidos, y destruyendo su incentivo para trabajar para el beneficio de los consumidores.

¿Pero cómo pueden los ricos ser imprudentes? Por “imprudente,” quiero decir “uno que derrocha su capital, o el capital entregado a él por otros.” Este ciertamente se dirige a los ejecutivos mayores de las empresas industriales mas grandes que solicita al gobierno federal ayuda económica, tarifas, y otros bienes económicos robados.

Los muy pobres sufren también una reducción de sus oportunidades para obtener las habilidades de trabajo que necesitan para avanzar en la sociedad económica moderna. El estado confiscatorio es una amenaza mucho mayor a la propiedad y a la libertad que cualquiera fábrica local que contamina el aire o el agua.

El estado moderno es una amenaza a los derechos humanos, porque es una amenaza a los derechos de propiedad. El estado moderno es un destructor de los derechos humanos, porque es un destructor de los derechos de propiedad. Los intelectuales, los políticos, y los hijos de gente rica llenos de sentimiento de culpa han fomentado una ideología de redistribución de la riqueza que destruye el capital, y por lo tanto destruye las aspiraciones humanas. Han usado el lema engañoso, “los derechos humanos sobre los derechos de propiedad ,” para destruir tanto los derechos humanos como los derechos de propiedad. Han adoptado como su mandamiento, “No hurtarás, a menos que sea por el voto de la mayoría.” El resultado, cada vez más, es la descapitalización del Occidente anteriormente cristiano.

Nunca se olvide: un estado que afirma ser el salvador de la humanidad necesariamente llega a ser el juez final de la humanidad.

Resumen

La doctrina bíblica de la propiedad es una doctrina de mayordomía. La propiedad de Dios debe utilizarse cuidadosamente por sus siervos. Los siervos han escogido ignorar a Dios, y también han escogido ignorar su mandamiento en contra del robo. El hombre moderno ha adoptado una teología nueva, la posesión de propiedad por el estado. El estado, como el dueño soberano, delega a sus siervos el derecho de administrar su propiedad, pero el estado todavía insiste en su parte, su diezmo. El principio del diezmo es parte de la creación; la única pregunta es ésta: ¿Quién recibe el diezmo? El estado recoge su diezmo. Como un economista ha resumido: “Gana usted, y el estado gana con usted; pierde, y usted pierde solo.” Esa es la regla para el rico y la clase media, de todos modos.

El estado moderno es un ladrón. Cuando Samuel advirtió a la nación de Israel en contra de escoger a un rey para gobernar sobre ellos, el trató de asustarlos diciéndoles que el rey extraería un diezmo del 10% (1 Sam. 8:15-17). La dinastía burocrática más grande del mundo antiguo, Egipto, tomó el 20% como su diezmo (Gen. 47:26). No hay un estado industrial en el Occidente que extraiga tan poco como Egipto extrajo. De hecho, en la mayoría de los casos, una tasa tributaria de la quinta parte de la productividad de una nación constituiría una reducción de impuesto de por lo menos el 50%.

La propiedad privada reduce la incertidumbre. Da a los hombres un incentivo para producir. Expande los horizontes de tiempo de los hombres hacia las generaciones que todavía no han nacido. Anima al desarrollo económico por capacitar a los innovadores y a los trabajadores a capturar el valor de su productividad aumentada. Anima al ahorro.

Como está a favor de la familia por naturaleza, impulsa la institución central del dominio. Permite la transferencia de información, la transferencia de riesgo, y la transferencia de capital a los que están dispuestos y son capaces de aguantar los deberes económicas de la posesión. La protección de la propiedad privada es una de las piedras angulares de la civilización. El gobierno civil debe proteger la propiedad privada, no hurtarla.

La ascensión del estado mesiánico ha amenazado la civilización. Es hoy el mayor peligro para la conservación y la expansión del capital de la familia. Las ideologías dominadas por la envidia de la distribución de la riqueza a través de la coerción —el marxismo, el socialismo, el keynesianismo, y el “evangelio social” —han capturado las mentes de los intelectuales y líderes políticos. A menos que este proceso se invierta, estas doctrinas antibíblicas le quitarán el capital del mundo moderno.

En resumen:

1. La economía política no es una institución basada en el pacto: no hace falta un juramento de maldición propia.

2. Los teólogos de la liberación marxistas han atacado al mercado libre como su postura central.

3. El octavo mandamiento prohíbe el robo.

4. Los derechos de la propiedad privada (los derechos de las personas de poseer propiedad) son básicos para el dominio.

5. La economía política cristiana comienza con esta presuposición: Dios posee el mundo.

6. Toda posesión humana es la mayordomía bajo Dios y otros hombres.

7. Las instituciones económicas son jerárquicas.

8. La igualdad de la riqueza es una meta satánica.

9. La Biblia enseña que hay una relación íntima entre la pobreza y la pereza.

10. La pobreza a largo plazo es una maldición específica de Dios en una sociedad rebelde.

11. La riqueza fluye a los que trabajan duro y honestamente.

12. El mercado libre provee la mayor movilidad económica y social hacia arriba.

13. La política del estado benefactor enseña el conflicto de las clases.

14. Es inmoral enseñar a la gente que la libertad está tramada en contra de la honestidad y el trabajo dedicado.

15. El socialismo es una teoría conciente de destrucción.

16. Cuando la gente sin propiedad puede quitar por votación la propiedad de otros hombres, la sociedad, en principio, se ha convertido en socialista (Karl Marx).

17. El gobierno civil ha de ser un protector, especialmente un protector de la propiedad de la gente.

18. Esto exige la definición de los derechos de propiedad.

19. La meta es la cooperación social.

20. El estado humanista moderno trata de hacerse pasar por salvador de la humanidad (y el juez final).

21. El socialismo moderno amenaza descapitalizar al mundo.