Capítulo 1: Cristo y la Liberación

Gary North

Narrated By: Fernando Sanchez
Book: La Liberación Del Planeta Tierra
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Chapter Text

Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mat. 11:27-30).

La liberación. El mundo la desea. No solo la humanidad, sino el mundo entero:

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora (Rom. 8:18-22).

Ha habido muchos movimientos de liberación a través de la historia, pero sólo uno tiene el poder de librar a los hombres de la esclavitud: el Cristianismo. Dios, el Creador de todas las cosas, y Padre del Hijo eterno, Jesucristo, entregó todas las cosas a Jesús, y El a su vez pasa estas cosas a los que están unidos a El en amor por su ley. No hay forma de escapar de la tiranía, la cual es siempre la tiranía del pecado, excepto por medio de Cristo, el libertador.

Este libro es sobre una guerra. Una guerra entre Satanás y Dios. Las condiciones de la batalla son el bien contra el mal. El campo de batalla es el corazón, la mente, y el alma del hombre. Es por esto que Jesús citó Deut. 6:5: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mat. 22:37). Entonces él añadió: “Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:38-39), citando Lev.19:18.

Amamos a Dios con todo lo que tenemos. Entonces amamos a nuestro prójimo. ¿Cómo mostramos nuestro amor por Dios? Al obedecer su ley. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” (Jn. 14:15).

Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; peo el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio, (l Jn. 2:3-7)

¿Cómo amarnos a nuestro prójimo? De la misma forma como amamos a Jesucristo: guardando la ley con respecto a ellos. Al final de su sección sobre por qué tenemos que obedecer el gobierno civil, Pablo escribe: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Rom. 13:10). Obedecemos la ley en todo nuestro trato con nuestro prójimo.

Pablo dice que la ley que lucha contra la ley de Dios en su mente es la ” ley del pecado”, y lleva al cautiverio del pecado (Rom. 7:23). ¿Cómo obtenemos la liberación de este cautiverio? Por la fe en la muerte de Cristo y en su resurrección corporal en el Calvario.

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por El seremos salvados de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvados por su vida. (Rom. 5:8-10)

Aquí es donde la liberación debe comenzar. Cualquier otro programa de liberación es una imitación fraudulenta de éste. Toda esclavitud comienza en el corazón, el alma, y la mente del hombre. Es la esclavitud del pecado. Cualquier otra forma de liberación está conectada a una cadena— una cadena que nos lleva al tirano original, Satanás.

Pero una cadena es ineludible. El hombre no es autónomo. No actúa según su propia ley (auto; nomos = ley). El hombre no es auto-suficiente. No hay vida sin un ancla, y no hay ancla sin una cadena. Servimos a uno de dos amos, Jesús dijo: a Dios o a Mamón (las riquezas), que representa el principio del mundo (Mat. 6:24). Los hombres necesitan llevar el yugo de Cristo, el cual es liviano (Mat. 11:29-30). Para un hombre fingir que no necesita ni yugo ni cadena significa tirar la llave que abre las esposas de hierro del pecado.

Marx finalizó el Manifiesto Comunista (1848) con estas palabras: “Los proletariados no tienen nada que perder excepto sus cadenas. Ellos tienen un mundo para ganar. ¡HOMBRES TRABAJADORES DE TODOS LOS PAÍSES, ÚNANSE!” El estaba equivocado, mas su lenguaje era correcto. Los proletariados no tienen nada que perder excepto sus cadenas al pecado; así como todos los demás. Pero el botar un juego de cadenas con la esperanza de que nadie colocará jamás otras cadenas sobre ud. es creer una mentira: no es nada más que cambiar cadenas de hierro por nuevas cadenas de acero, y éstas con espigones en ellas. Cada “nuevo y mejorado” conjunto de cadenas viene más apretado según la historia del progreso del pecado. Cada juego de cadenas es más sangriento.

Es tiempo de proclamar a Cristo, el libertador de la tierra, y a Cristo el libertador de las naciones, porque es Cristo, y solo Cristo, quien libera al individuo del cautiverio del pecado. Es la única liberación por la cual vale la pena morir, porque es la única liberación que da vida verdadera.

El Campo de Batalla

El campo de batalla siempre ha sido cósmico. Ha envuelto el cielo y la tierra. Pero hoy, afecta mayormente la tierra. Jesucristo ha venido a la tierra, ha vivido, ha muerto, y ha sido resucitado en la tierra. La guerra en el cielo ya terminó. Satanás ya no confronta a Dios cara a cara, como lo hizo en el primer capítulo del libro de Job. El ha sido arrojado del cielo desde los días de Cristo.

Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lazando fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. (Rev. 12:7-9)

Sabemos que esta batalla fue en el pasado debido a los próximos versículos (Rev. 12:10-11):

Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche, y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos . . .

La sangre del Cordero ya ha sido derramada, por lo tanto no será derramada otra vez (Heb. 9). Es por esto que sabemos que Rev. 12 se refiere a una batalla en el pasado la cual fue el Calvario.

La batalla ética entre Dios y Satanás se ha peleado por lo menos desde el Jardín del Edén.

Sucedió cuando Satanás intervino para tentar a Job, sucedió durante el ministerio terrenal de Jesús, y continuará hasta el juicio final (Rev. 20). No existe la posibilidad de un tratado permanente de paz entre Dios y Satanás. Tampoco puede existir un tratado permanente de paz entre sus respectivos seguidores.

La arena principal para la batalla actual es la tierra. Es aquí donde Satanás concentra sus fuerzas. El trató de atacar a Dios al tentar a Adán y Eva, a Job, y a Jesucristo en el desierto (Lk. 4). La gran arena de esta guerra no es la política, ni la economía política, ni aún la iglesia. El campo de la gran batalla es el corazón del hombre. Santiago escribe:

¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Js. 4:1-4)

¿Cómo se pelea esta batalla? ¿Con armas fabricadas y compradas con oro y plata? No: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2

Cor. 10:4-5). Estamos luchando una batalla por la mente.

Esta batalla es una guerra sobre cuales leyes debemos de observar. Es una batalla sobre ética. Pablo escribe: “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:23). Existía una batalla dentro de él, una guerra entre el bien y el mal. “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Rom. 7:25b).

Dos leyes, un hombre. Es una batalla para la mente. ¿Cual ley ganará, la de Dios o la de Satanás? ¿Cuál es nuestro destino, la ley de la libertad o la ley del cautiverio? ¿Cual es el camino a la victoria? Pablo escribe: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:22- 23).

Debido a que ésta es una batalla por las mentes de los hombres, implica todo aspecto de la vida. No hay neutralidad. Cada hombre tiene que escoger su grupo. Jesús advirtió: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mat. 12:30). Los cristianos a menudo se confunden en cuanto a esto. A ellos se les ha engañado diciendo que hay zonas de neutralidad dispersas a través de la creación, y que hay cierto tipo de leyes naturales que gobiernan estas zonas neutrales. Esto es un mito. O la ley de Dios gobierna todo, y promete traer todas las cosas bajo su juicio justo, o la afirmación de Dios de sí mismo de ser Dios, es una mentira.

La batalla es en la tierra. Un aspecto de esta batalla es la batalla por las naciones. La pregunta que el hombre necesita contestar antes que nada es: ¿Quién es el encargado aquí? “¿Quién es soberano?” Y la mejor forma de contestar estas preguntas es encontrando una repuesta a ésta: “¿Quién posee la tierra?” La Biblia proporciona una, y sólo una, respuesta definitiva.

Dios Lo Posee Todo

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gen. 1:1). La Biblia comienza con la identificación de Dios como el Creador absoluto. Ya que él creó la tierra, él es el dueño original. “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan” (Ps. 24:1). Con estas palabras, la Biblia afirma la posesión absoluta de Dios sobre todo en la tierra.

¿Cree usted en estos versículos? ¿Cree ud. en alguna área de la vida que no es poseída por Dios, quien es el Creador? Mencione una. ¿Cree ud. que algún día Dios le mostrará al mundo entero que El es su dueño en el día del juicio final? Si ud. es cristiano, estoy seguro que así lo cree. Hablando de Jesucristo, Pablo escribe:

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies, (1 Cor. 15:24-25)

Esta es la teología del estrado (Ps. 110:1). Es la base de nuestra esperanza en un futuro terrenal dominado por cristianos nacidos de nuevo que temen a Dios y obedecen sus leyes.

Pero el contestar la pregunta de quien posee la tierra como dueño original sólo resuelve parte del problema. Obviamente, Dios no es visible en la tierra. El no ha puesto un montón de señales de “No Pase.” Parece que El ha perdido por incumplimiento su posesión (así afirma mucha gente), o quizás la ha delegado. ¿Cómo sabemos quién representa a Dios como dueño de la tierra? Necesitamos una doctrina de la representación.

Estableciendo el Reclamo de los Santos a la Tierra

¿Por qué parece como si Dios no la poseyera ahora? ¿Por qué algunas áreas de la vida aparentemente están bajo el control exclusivo de Satanás, el maligno? Porque Adán le vendió su primogenitura a Satanás.

Adán era un hombre. Esto significa que él fue hecho a la imagen de Dios (Gen. 1:26). Igual lo fue Eva. Esto significa que Adán fue el primer hijo terrenal nacido de Dios, el heredero lícito del mundo entero. Dios lo hizo para el hombre, y entonces El colocó al hombre sobre el mundo (Gen. 1:28). Sobre toda la tierra. La tierra fue posesión lícita del hombre mientras permaneció fiel a Dios.

Pero Adán vendió su primogenitura a Satanás, no por un plato de lentejas, como Esaú vendió su primogenitura a Jacob (Gen. 25:29-34). No, Adán la vendió por una mentira, o por lo menos una media verdad: “Serás como Dios.” (Gen. 3:5). Eva fue engañada en esta transacción, aún cuando desobediente; pero Adán sabía exactamente lo que estaba haciendo (1 Tim. 2:14).

Esta misma mentira es el compromiso religioso principal de toda forma de humanismo, el antiguo rival del evangelio.

¿Cuál fue la respuesta de Dios? Desheredar a Adán. El echó a Adán y a Eva fuera del jardín. Pero en su gracia, los vistió con pieles de animales (lo cual significa que algún animal fue primero matado por Dios). El también les dio años adicionales de vida terrenal. Pero desde ese día en adelante, ellos se convirtieron en hijos legalmente desheredados.

De igual forma es cada ser humano cuando nace físicamente. Hechos a la imagen de Dios, nacemos como hijos desheredados.

Satanás ha estado a cargo de muchas cosas en la tierra desde la caída del hombre, por haber fallado Adán en cumplir su tarea encomendada. Pero exactamente, ¿cómo es que Satanás está a cargo de las cosas? A través de sus seguidores humanos. La humanidad sigue siendo la misma humanidad hecha a la imagen de Dios. El dominio es todavía la tarea encomendada por Dios al hombre, no a Satanás. La tarea encomendada por Dios para que el hombre ejercite dominio sobre la faz de la tierra todavía está vigente. Por eso Satanás tiene que ejercitar poder a través del hombre. El junto a sus huestes angelicales caídos pueden asustar a los hombres, tentarles, confundirles, e incluso desorganizar las decisiones de hombres que odian a Dios, pero ellos no pueden dirigir la sociedad directamente. Dios está encarga do, esperando a que su pueblo desafíe a los gobernantes de la tierra y quiten el timón de ellos.

Dios quiere que los cristianos controlen la tierra en su nombre; Jesús no lo pudo haber dicho más simple cuando dijo:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. (Mat. 28:18-20)

Jesús tiene todo el poder en la tierra, y todo el poder sobre las naciones. Y es por el Espíritu Santo que El ejerce su poder. Su meta es que sus seguidores terrenales eventualmente ejerciten autoridad sobre la tierra en su nombre, por la Palabra revelada, y por el poder del Espíritu Santo. Satanás, los hombres no redimidos, y todas las fuerzas sin Dios, quieren que usted permanezca ignorante de esta verdad tan importante. La iglesia, como la asamblea de los santos (santo: él que tiene acceso al santuario de Dios a través de la oración), tiene consecuencias políticas, quiéralo o no, porque proclama sabiduría y leyes gubernamentales para las naciones de la tierra, es “la columna y baluarte” de la verdad (l Tim. 3:15).

La preocupación por la tierra de parte de nuestro Padre es el centro del corazón de Cristo.

Cuando sus discípulos le preguntaron cómo orar él los dirigió según la perspectiva de Dios el Padre:

. . . oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mat. 6:9-10)

Por favor noten que el asunto principal de nuestra oración debe ser que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra. En forma semejante, cuando Jesús oró por sus discípulos como está registrado en Jn. 17:15, El oró específicamente para que sus discípulos no fueran quitados del mundo sino que fuesen protegidos de sus males, para que ellos pudieran ser eficaz en la tierra, discipulado la y llevando la tierra bajo la ley de Cristo.

Perdiendo Terreno

La batalla por la tierra está sucediendo ahora mismo, mas la mayoría de los cristianos no lo saben ni les importa. Hemos sido enseñados que realmente no importa. Hemos sido enseñados a creer que todo el interés de Dios descansa en el cielo y en el futuro. Cristianos bien intencionados nos han dicho esto, y hombres malvados nos han dicho esto.

Hemos sido mal informados con mucha eficacia, de ambos grupos.

Considere las dimensiones presentes de nuestras pérdidas. En los últimos cincuenta años, la religión Musulmana ha aumentado en un 500%; El Hinduismo un 117%; El Budismo un 63%, y el Cristianismo solo un 47%. No solo hemos perdidos dos tercios del globo desde 1917 a los marxistas, más actualmente estamos perdiendo las poblaciones religiosas también.

Es obvio que los cristianos están perdiendo terreno figurativa y literalmente. La pregunta es: ¿Qué podemos hacer al respecto? La pregunta aún más importante es: ¿Estamos dispuestos a hacer algo en cuanto a reasumir nuestra posición ordenada por Dios como mayordomos de la tierra del Señor? Si usted está dispuesto a asumir esa responsabilidad, entonces este libro es para usted. La mejor forma de recuperar el terreno que hemos perdido es estar bien informados y entregados en la organización de los gobiernos de la tierra, inclusive el gobierno civil.

Inmediatamente, algunos cristianos se alarmarán en contra esta sugerencia. No obstante, la política es simplemente la actividad organizada de los que ejercitan el poder económico y legal como ciudadanos de las naciones.

Ya que el Señor nos dio la tarea de tener “señorío . . . sobre toda la tierra” (Gen. 1:26), rechazamos nuestro papel asignado como mayordomos si nos rehusamos a tener interés por las actividades del Estado. Indico además: ¿Cómo podemos nosotros discipular la tierra si no estamos metidos en gobernarla?

Manifiesto

La política es ética. Hay tipos buenos y tipos malos, ya que existe el bien y el mal. Por lo tanto, cualquier autoridad o poder que el hombre posee siempre se tiene éticamente. El hombre sirve a uno de dos amos, pero siempre sirve. Este servicio es ético. No hay neutralidad.

Dios es el dueño original y primordial de la tierra, no hay duda al respecto. Pero El le ha delegado esta propiedad a la humanidad. Y la única forma que Satanás pudo tomar poder en primer lugar fue por llevar a los hombres bajo sí, quiere decir bajo sí éticamente. Ellos siguen a Satanás por medio de su desobediencia a Dios.

¿Piensa usted que Satanás puede dar una paliza a Dios y tomar la tierra? ¡Imposible! ¿Puede él engañar a un Dios que todo lo sabe? ¿Estafó él a Dios en algún tipo de juego de barajas cósmico? ¿Entró él una noche a la casa de Dios y le robó? Es pura tontería, por supuesto, pero estoy tratando de demostrar algo. No estamos hablando del poder de

Dios contra el poder de Satanás.

Mas bien Satanás gana el poder terrenal cuando las personas consienten en aceptar sus ofertas. ¿Cuáles son sus ofertas? Cualquier cosa que desobedezca a Dios. El no es exigente; cualquier desobediencia está bien por más grande o pequeña que sea. Cualquiera sirve. El busca seguidores para colocar los debajo de sí éticamente. Ellos se someten a él.

En otras palabras, él hace un pacto con los suyos. Es un pacto inverso y perverso, mas utiliza las características del pacto de Dios: la transcendencia (“Y seréis como Dios:” Gen. 3:5), la jerarquía (el violar la vía jerárquica: desobediencia a Dios), la ley (abandonando la herramienta de dominio de Dios para el hombre), el juicio (corrompiendo el sistema de la corte de Dios), y el poder extendido sobre el tiempo (en rebeldía, reclamando por sí la herencia de Dios). Es una imagen perfecta de las características del pacto de Dios con su pueblo.

Este es un punto muy importante. Satanás no es creativo, por cuanto él no es el Creador. El tuerce la verdad. Imita a Dios. Además, el hombre no puede escaparse de las marcas de Dios en su propio ser: la imagen de Dios. Así es que el hombre es también un imitador de Dios, y los hombres caídos son como Satanás: ellos distorsionan y tuercen la verdad. Pero no pueden ser creativos. Por lo tanto, aún en su pecado, ellos reflejan las reglas fijas de

Dios para el hombre. No pueden escapar de su condición de ser criaturas. No puede escapar su humanidad. Permanecen como hijos de Dios, aún en el infierno —hijos desheredados.

Dios ciertamente es dueño del mundo. Pero Satanás tiene poder sobre el mismo mundo. ¿Qué hace la diferencia entre ellos? ¿Cómo es que Dios y Satanás se presentan visiblemente con autoridad en los asuntos de este mundo? A través de los seguidores de su pacto. Por lo general, Dios delega voluntariamente autoridad considerable a los hombres, pero él recompensa especialmente a los que le honran (l Sam. 2:30). Satanás también delega la parte del poder que él posee, pero sólo para propósitos limitados. Más que eso él no puede; diferente a Dios, él no posee ningún poder original. Cualquier poder que él posee viene directamente de Dios o indirectamente de aquellos que han hecho un pacto con él.

¿Entonces, cómo va la tierra a ser liberada del poder de Satanás? Sólo por la renovación del carácter de los hombres y como resultado la transferencia de autoridad al pueblo de Dios. ¿Cómo puede esto ocurrir? ¿No están todos los hombres bajo el poder de Satanás? ¿No pecamos todos “en Adán”? ¿Cómo podemos volver a nuestra primogenitura?

Sólo hay una forma: someterse al que ha recuperado la primogenitura del hombre, Jesucristo el hombre perfecto, el único hijo engendrado por Dios, quien vino a la tierra con una tarea: liberarla tierra. ¿Y cómo alcanzó El esta tarea tan imposible? Viviendo una vida como hombre en perfecta armonía con la ley de Dios.

Bien, eso explica cómo Jesucristo recuperó su herencia como el segundo hijo nacido en la tierra. ¿Pero cómo se manifiesta esto dentro de la historia? ¿Por qué hizo esto una diferencia tan marcada en la historia?

Muy simple: porque el Hijo heredero murió, y resucitó de nuevo. El ganó su herencia a través de una vida perfecta, y entonces se la dio a Su pueblo. El estableció un nuevo pacto con ellos. O como decimos también, él estableció un nuevo testamento con ellos. Un testamento es un documento que transfiere una herencia a los herederos lícitos. Los cristianos ahora heredan por medio de EL, El heredero legal, Jesucristo, dio su vida por sus amigos, demostrando el perfecto amor. No hay un amor más grande que éste (Jn. 15:13).

En principio Satanás perdió su autoridad dada por Adán el día que Cristo murió. Los cristianos lo re-heredaron en principio el día que Cristo resucitó.

Resumen

Estamos en una guerra. Esta guerra es para los corazones, las mentes, y las almas de los hombres. Las condiciones que gobiernan esta guerra son éticas: el bien contra el mal. Los comandantes rivales son personales: Dios contra Satanás. Los ejércitos se componen de seguidores leales que hacen pacto (se encadenan a sí mismos} a uno de los dos comandantes. Cada ejército tiene una vía jerárquica. No existe un ejército sin una vía jerárquica.

Cada ejército tiene una serie de reglas. Cada comandante llama a sus seguidores a vivir y a morir según sus tareas asignadas. Cada comandante promete recompensas a sus seguidores. Pero sólo Dios puede prometer recompensas después de la muerte física. El promete juicio eterno para sus enemigos.

Dios promete liberación. También Satanás. Uno de ellos está mintiendo. La decisión intelectual de más importancia que un individuo o una civilización pueden hacer es esta: decidir quien miente. La decisión pública de más importancia que una persona o una civilización pueden hacer es escoger a cual ejército unirse. Nosotros no probamos nuestra liberación simplemente por el intelecto; nosotros la probamos por el pacto: por una afirmación pública de ponernos bajo la disciplina del Supremo Comandante, Jesucristo, el Libertador. El ancla verdadera.

La cadena que nos sujeta al ancla personal es nuestro eslabón a la estabilidad y la paz eterna. Su cadena es su ley.

Estas son las razones por las cuales es Cristo, y sólo Cristo el libertador verdadero de la tierra:

1. Todo el poder ha sido entregado por Dios a su Hijo, Jesucristo.

2. Cristo llama a los hombres a la libertad mediante la esclavitud ética para con El.

3. El camino a la liberación es un campo de batalla moral: el corazón.

4. No hay un tratado permanente de paz entre los comandantes.

5. No hay un posible tratado de paz entre los ejércitos.

6. El cese de fuego no es un tratado de paz.

7. La batalla es entre ordenamientos rivales de ley.

8. No existe neutralidad moral ni legal.

9. Dios, el Creador, posee toda la tierra.

10. Dios le delegó esta propiedad a Adán.

11. Adán “vendió su primogenitura” a Satanás.

12. Cristo la recuperó en el Calvario.

13. Cristo le delega la propiedad a su pueblo.

14. Su pueblo ganará la tierra por la obediencia.

15. Los cristianos modernos han andado en retirada de su obligación.

16. Para volver a entrar en la batalla por la tierra, los cristianos debemos reafirmar el pacto original con Dios a través de Cristo.